El título puede llevar a engaño, nada tiene que ver este artículo con la identidad del infiltrado vasco, con ningún cuento infantil, ni con ninguna marca de turrones. Estas líneas van dedicadas a un pionero, a alguien que revolucionó el fútbol soviético, no con sus goles, ni sus centros, aunque podría haberse dado el caso, sino desde fuera del rectángulo de juego, desde los banquillos. No puede ser otro que el gran Valeri Lobanovsky.
Para los más jóvenes puede resultar un desconocido, por lo tanto una oportunidad perfecta para conocer quien fue este genio de la estrategia. Como toda historia, es mejor empezarla por el principio. Pocos meses antes de estallar la Segunda Guerra Mundial, en la Unión Soviética, más concretamente en Kiev, nacía un personaje que a la postre resultaría decisivo para el devenir del fútbol en el Este de Europa. Un niño de nombre Valeri que desde pronto descubrió que su vida estaba en torno a un balón.
Aquel chico creció y desde el extremo izquierdo llegó a debutar con el club de su ciudad, el Dinamo de Kiev, donde pasaría seis temporadas consiguiendo una Liga y una Copa soviética. También pasó por el otro equipo franquicia en Ucrania, el Shakhtar Donetsk. Aunque puso fin a su carrera como futbolista con tan solo 29 años de edad, nos dejó unos números bastante sorprendentes, llegando a anotar 78 goles y siendo internacional por la URSS en dos ocasiones.
Pero lo que tiene ser un fuera de serie, es que tú mismo eclipsas tus gestas pasadas con las que vas realizando. Al poco de finalizar su carrera como jugador, le llegó la oportunidad de dirigir al Dnipro, donde permaneció cuatro años hasta dar el salto al club con el que todos le recordamos, los de Kiev volvían a llamar a la puerta del ‘Lobo’ para que les hiciese campeones tras tres temporadas de sequía. Pues bien, al primer año doblete, Liga y Copa soviéticas en la temporada del 74. No contento con este hito, la temporada siguiente fue a la conquista europea y vaya si lo hizo… se alzó con la Recopa de Europa, siendo el primer equipo soviético que se hacía con un título en el viejo Continente. Título que refrendó con la Supercopa de Europa. Pero si todo esto supiese a poco, en 1986 repitió consecución de trofeo con una nueva Recopa.
Sus éxitos no se quedan solo en logros a nivel doméstico y europeo, Lobanovsky dirigió al combinado soviético en varias etapas, logrando la medalla de bronce en la olimpiada del 76 o cayendo en Octavos en el Mundial de México. Aunque, sin duda, el mayor triunfo se logró en la Eurocopa del 88, en Alemania Federal con en un ambiente hostil durante todo el campeonato, los de Lobanovsky se hicieron con un puesto en la final de Munich, pero no pudieron con Rijkaard, Gullit, Van Basten, Koeman… los de Rinus Michels se imponían por 0-2 y el trofeo volaba con los tulipanes.
Tras probar suerte con selecciones de menor repercusión futbolística como Emiratos Árabes y Kuwait, volvía al club de su vida, el Dinamo le esperaba con los brazos abiertos y recompensaría obteniendo cinco títulos de Liga ucraniana consecutivos, así como tres Copas también de manera continuada. Era la época de una estrella emergente, Andriy Shevchenko, el brazo ejecutor del ‘Lobo’ sobre el terreno de juego y a punto de llevar a su plantel a jugar la final de la Liga de Campeones en 1999. Pero el Bayern se cruzó en el camino de los de Kiev.
La última etapa de Valeri en los banquillos fue como seleccionador nacional de su país, aunque fue cesado del cargo al caer en la repesca que daba acceso al Mundial de Corea frente a Alemania. Mundial que no llegó a ver, ya que la muerte le alcanzó apenas un mes antes de la cita asiática tras un delicado estado de salud. Al poco de morir, como suele pasar, llegaron los reconocimientos. Se le nombró ‘héroe de Ucrania’, se trata de la mayor condecoración que puede recibir un ciudadano individual de manos del gobierno nacional. Por si fuera poco, hoy el terreno de juego del Dinamo de Kiev es el Estadio Lobanovsky Dynamo.
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