Arquero de Dios

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Su nombre es Carlos y como no podía ser de otra forma, Ángel. Aunque todos le conocían por Roa, como buen argentino también tenía su apodo, ‘El Lechuga’ le llamaban por la estricta dieta vegetariana que llevaba. Era un porterazo, sin discusión. Meta de envergadura, rondaba el 1’90 de altura, sobrio, muy seguro y sin alardes.

Llegó a España de la mano de Héctor Cúper, a Mallorca. Aterrizó en el club balear y casualidades o no, coincidió con la etapa más laureada del equipo bermellón. En su primera campaña en nuestro país, alcanzó la final de Copa del Rey, pero aunque no se pudieron hacer con el trofeo, la actuación de Roa fue memorable, se recordará como una final con tintes épicos, los de la isla aguantando con dos hombres menos. El partido y la prorroga acabaron con empate y tuvo su desenlace en una larguísima tanda de penaltis en los que ‘El Lechuga’ paró nada más que tres, dos de ellos a unos tales Figo y Rivaldo, no sé si os sonarán de algo… Véase mi tono irónico. Pero además, Roa anotó el que le tocó, hasta ahí era el momento soñado por cualquier mortal, el argentino estaba manteniendo al Mallorca con vida ante el todopoderoso Barsa, pero el sueño se acabó con el lanzamiento de Eskurza que Hesp no dejaba entrar. Los blaugrana alzaban el trofeo y se daba el pistoletazo de salida a la maldición de Cúper, a la maldición de las finales de Cúper.

A todo esto, ‘El lechuga’ había alcanzado un nivel altísimo, era titular indiscutible con la albiceleste, disputó el Mundial de Francia y se coronó como héroe nacional dando el pase a cuartos a los de Passarella en la lotería de los penaltis frente a Inglaterra, paró el quinto lanzamiento y los argentinos pasaban ronda, esperaba Holanda.

El comienzo de la temporada 98/99 fue también prometedor, Roa y compañía ganaban la Supercopa de España a su verdugo de la final de Copa del año anterior, pero la temporada volvió a terminar de manera amarga tras perder la final de la antigüa Recopa ante la Lazio de Vieri, Marcelo Salas, Pavel Neved o Nesta. Pero recordemos que estamos hablando de un club en el que el entrenador era Cúper y que jugaban una final…

Fue al terminar esta temporada, en el cenit de su carrera, cuando el argentino convocó a los medios a una rueda de prensa. Carlos Roa dejaba el fútbol. Con 29 años, reconocido prestigio en Europa, siendo el arquero de Argentina y con ofertas importantes sobre la mesa (hablaban de Manchester United, Real Madrid o el Valencia del recién aterrizado Héctor Cúper). El meta de Santa Fe lo dejaba todo, colgaba los guantes. Todo por motivos religiosos. La fe que practica le imposibilita trabajar los sábados. A su modo de ver, era momento de dejar el fútbol profesional para volver a su ciudad natal y dedicarse al estudio de la biblia.

 "Cuestionado en porqué juego con un punto entre el número 1 y 3 del 13 de mi camiseta, he decir que no es por superstición. Para mi esas cifras corresponden a Jesús y la Santísima Trinidad"

No había transcurrido un año de la sorprendente decisión. Pero el deportista necesita competición y tras unas disputas teológicas con quien por entonces era míster de los baleares, Luis Aragonés, Roa decidía volver siempre que le eximiesen de jugar los sábados en horario diurno. Así fue, y aunque cierto es que no volvió a alcanzar el nivel anterior a la retirada, era un gozo ver de nuevo a Roa sobre la cancha.

Tras su periplo mallorquín recaló en el Albacete, donde consiguió un ascenso y la victoria más importante de todas, le ganó la batalla a un cáncer testicular que llevó con la mayor discreción que alguien de su fama lo puede llevar. Desde Albacete a Argentina, donde estuvo una temporada más, fue allí donde ‘El Lechuga’ colgaba los guantes de manera definitiva.

Pero la historia de Roa no empieza en Mallorca, antes de iniciar su ‘carrera europea’ militó en las filas de Racing de Avellaneda y Lanús, donde anotó su único gol como profesional, pero lo mejor de este gol fue quien lo recibió… José Luis Chilavert, portero goleador por excelencia. El histórico meta de Vélez probó de su propia medicina ante Carlos Roa.

Esta es la historia de aquel cancerbero que antepuso su creencia y su fe a su sueño desde niño, ni se critica ni se alaba, es lo que hay. La vida de un grande. La vida de un arquero de Dios.



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