22 de junio de 2008. Esa delgada línea

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“La ilusión es mi camino, la victoria mi destino”



Ilusión. Esa es la palabra con la que cada dos años y desde que tengo uso de razón, al menos ciertos recuerdos futbolísticos, allá por 1992, viajábamos recorriendo el globo en busca de un título a nivel de selección. Tristeza. Esta es la palabra con la que tras un mes de fútbol regresábamos a nuestro país, ¿un mes digo? quince o veinte días, lo que duraba la fase de grupos en más de un campeonato. De la ilusión a la tristeza, esa delgada línea.

Pero este viaje, al menos como digo desde donde lo recuerdo con precisión, comienza en 1994. Más concretamente un 17 de Junio. Esta es la fecha en la que 24 selecciones nacionales buscaban levantar el cetro mundial, la Copa del Mundo celebrada en Estados Unidos y que no pasó desapercibida. Romario, Bebeto, Salenko, Stoichkov, Preud Homme o Marc Overmars fueron algunos de los nombres propios del mismo. Maradona, Escobar, Saed Owairan, Roger Milla o Roberto Baggio también tuvieron, para bien o para mal, para mayor alegría o para el peor de los sucesos, su historia en esta competición en la que muchos conocimos lo que significa un trofeo de tal calibre. Pero esta es otra historia que seguro contaremos.

Italia. Tassotti. Este es el nombre que importa y el que todos recordamos, quizás también nos suene Luis Enrique, Clemente e incluso Julio Salinas ó Pagliuca, ya me entendéis. Pero el nombre que ocupó las portadas fue él, el defensa del Milan de Sacchi, Tassotti, el culpable, nuestro culpable, nuestra excusa, una de tantas. Con Italia empezó mi historia y con Italia acabará, curioso cuanto menos.

Dos veranos después de aquella fatídica tarde en la que Roberto Baggio arruinó las esperanzas españolas en Boston, volvemos a cargar la maleta de ilusión y partimos hacia Inglaterra, allí se celebraba la Eurocopa de 1996 y como siempre, los españoles creemos, soñamos, y por otra parte, mal no está, es gratis y mientras dura lo disfrutas. Una vez más y como describía al principio de estas líneas, de la ilusión se pasó a la tristeza. Aún recuerdo esa tarde en la que la ‘mala suerte’, otra fiel compañera de viaje, nos separó del éxito en Londres. El mítico Wembley presenciaba los fallos de Nadal y Hierro desde los once metros y los anfitriones celebraron su pase a semifinales. De nuevo, dos años de espera.

Pero el tiempo pasa rápido. Recuperamos la ilusión y llegó. 1998, Francia, su Mundial y desplazamiento tan cercano en kilómetros como corto en cuanto días estuvimos. Fase de grupos, partidos contra Nigeria, Bulgaria, Paraguay y vuelta a casa. Una vez más los pupilos de Clemente fueron incapaces de traerse algo positivo, cierto es, que las excusas fueron menores y que el vasco empezaba a tener pie y medio fuera del equipo nacional.

Año 2000 y de nuevo ilusión, esta vez del brazo de Camacho, su patriotismo y temperamento, unido al buen plantel con el que fuimos a Bélgica y Holanda nos hacían presagiar que la historia podía cambiar. Remontada histórica ante Yugoslavia que nos emocionó y cargó, aún más, las pilas para llegar lejos, para volver a coronarnos. Negativo. Una gran Francia comandada por Zidane, Henry y un largo etc, unida a ‘la mala suerte’ en lanzamiento de Raúl desde el punto de penalti nos devolvía a la realidad. De vuelta.

He de reconocer que en el año 2002, un servidor si pensó en la hazaña, madrugones, faltas a clase y una selección interesante me hicieron creer que en Japón y Corea la historia nos regalaría algo grande. Lo dicho, ilusión. Aún recuerdo el gol de Morientes a Chilavert, las paradas de un joven Casillas, la clase de Tristán, Raúl, Valerón y el enorme campeonato que se marcó De Pedro. Pero también las lágrimas de Helguera, Luque y Joaquín. La selección coreana dirigida por Guus Hiddink, ‘la mala suerte’, Al-Ghandour, aquel brazo del linier… en fin, tristeza.

Por la Eurocopa de Portugal en 2004 voy a pasar de puntillas, como nuestra selección, allí viajamos con la ilusión de siempre, pero en serio, Iñaqui Sáez nunca me convenció, esta vez no. Pocos días después, el tiempo me daba la razón. A casa.

Pero si, ese tiempo pasa y todo lo cura, Alemania 2006 y Luis Aragonés, (siempre en el disparadero) en el banquillo, mi cabeza me mandaba ir despacio, pero no hice caso y creí, ese era nuestro Mundial, el equipo ilusionaba, la gente no tenía dudas, allí sería. Fase de grupos sensacional y cruce con Francia, allí debíamos jubilar a Zidane y su gente, que gran portada aquella. Error. Tristeza. Ya me entendéis.

Luis Aragonés continuó al mando de la nave pese a las críticas y la duda constante en su equipo, sus convocatorias incluso en su comportamiento. Austria y Suiza 2008. Allí fue. Fase de grupos inmaculada como casi siempre, cruce en cuartos de final con Italia, empate y a los once metros.
Por mi cabeza aquellos primeros recuerdos de 1994, el del codazo de Tassotti, Italia, de rival, ¿Casualidad? Por mi cabeza aquellos recuerdos de 1996, el de la tanda de penaltis en Wembley, ¿Casualidad?

Casualidades o no, el destino deparaba una tanda de penaltis frente a la azzurra, en los fatídicos cuartos de final de un torneo de naciones. De la ilusión a la tristeza hay una línea muy fina. El resultado sería uno u otro, pero aquel día ‘la mala suerte’ no viajó. Aquel 22 de junio de 2008 el fútbol nos devolvió aquello que años atrás nos quitaba. La ilusión. Aquel 22 de junio de 2008 la historia cambió para nuestra selección, para nuestro deporte, para nuestro país.


Desde entonces dos Eurocopas, un Mundial y sobre todo un fútbol que pasará con las generaciones sin poder olvidarlo. Somos historia del balón, 2008, 2010, y 2012. Porque hay cosas que no cambian, seguiremos criticando onces, alineaciones y decisiones del seleccionador. Pero si alzas la vista atrás y observas de dónde venimos, lo que éramos y lo que somos. Eso ya no nos lo quitan, nos hemos ganado el derecho a soñar y a viajar con ilusión, la misma que siempre. Esa ilusión que rápido se transformaba en tristeza, esa…

Porque ese recuerdo doloroso, el de mis inicios, ver como la levantaba Schmeichel, Dunga, Klinsmann, Deschamps en dos ocasiones, Zagorakis y Cannavaro, dejaban paso a tres consecutivas de los nuestros, Iker Casillas elevó a lo más alto esos trofeos cargados de ilusión, de toda esa ilusión de tantos años anteriores.

Porque allí cambió la historia, en una tanda desde los once metros, una moneda al aire que por fin, tras muchos años de espera salió cara. De la ilusión a la tristeza, esa delgada línea. Aquel 22 de junio de 2008.

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