Cuando se acerca el final y esto acaba, son muchos los equipos que se juegan demasiado, muchos a los que las urgencias están a punto de pillarles en fuera de juego, equipos a los que les separan unos pocos puntos de su objetivo o si no su objetivo, de aquello que les permita salvar dignamente la temporada sin causar males mayores. Cuando se acerca el inminente final, raro es, que haya algún equipo que no se juegue absolutamente nada, aunque simplemente sea el orgullo o la posibilidad de arruinar la temporada de un tercero, en forma de eterno rival o equipo que simplemente no cae simpático.
Muchas veces el calendario, el destino, o llamémoslo como queramos, es caprichoso. Cuantas ocasiones hemos podido sufrir con nuestro equipo hasta el final de una temporada, en la que en el último partido, para bien o para mal, hemos visto como nuestro equipo conseguía el objetivo o se le escapaba de la yema de los dedos. A decir verdad, todo lo que se consigue a última hora deja mejor sabor de boca, no hace falta que recordemos aquel gol de un chaval manchego de nombre Andrés en los últimos instantes de cierta prorroga... pero ni que decir tiene que lo que se sufre no está en los escritos.
Llegado el final, tienes tu partido, correcto. Si estás muy necesitado, es posible que ‘solo’ te sirva la victoria. Si acaso, es posible que con un punto te valga. Y si esto es así, creo que la situación es envidiable. Puedes sentirte afortunado si eres de aquellos que solo dependen de su propio resultado, pero todos sabemos que no siempre es así. Cuando la situación se enquista y llegas al final teniendo que estar pendiente no solo de lo que tienes que hacer, sino también de aquello que no puedes controlar, algo que está pasando a cientos de kilómetros, pero que es factor fundamental en el devenir de tus intereses. Llamarme iluso, pero amo demasiado este deporte como para hacer alusión si quiera, a aquello tan sucio y asqueroso como es el tema de los maletines. Esa no es mi guerra.
Son muchas las ocasiones en las que hemos podido ver cómo funcionan las radios en los campos de fútbol. Lo normal es que los videomarcadores de los estadios no anuncien los resultados de equipos implicados en la misma lucha del que está jugando para evitar distracciones de los jugadores, pero aún así cuando se produce un gol beneficioso para los intereses del equipo, se celebra como uno propio, todo comienza como un murmullo generalizado para acabar en celebración multitudinaria. La emoción de la última jornada es comparable con pocas cosas dentro del mundo del fútbol, se ha llegado a ver prácticamente de todo, jugadores en el banquillo preguntando a aficionados pegados a un transistor, entrenadores comunicando resultados ajenos a los jugadores dentro del campo… y es que la emoción de la última jornada es otra historia.
Por todo ello, porque tu equipo se juega la vida y por mucho que lo intentes es imposible no echar un vistazo a lo que están haciendo tus rivales, porque a fin de cuentas, en esta última jornada, mi equipo juega en varios campos.
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