El 'Ingeniero', un caballero del banquillo

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“Las aficiones son parte de mi vida, de mi otro yo. Deportes, lecturas, cine... El que dedica 24 horas al día al fútbol es muy mal entrenador. Si sólo de fútbol sé, nada sé. El fútbol es una combinación de personalidad, gusto, exigencia, liderazgo... El liderazgo se aprende leyendo, viendo, viviendo. Yo ya le dedico muchas horas al fútbol.”

Con esta frase suya quiero dedicar estas lineas a Manuel Luis Pellegrini Ripamonti, un ex defensa chileno que abandonó el campo por el banquillo cuando el joven Iván Zamorano, quien por entonces tenía 17 años, se le adelantó en un remate de cabeza, certero como siempre, y con en el que el cuero acabó entrando en el marco. Esa fue la última jugada que ‘El Ingeniero’ protagonizó en un campo, nunca se lo perdonó, a buen seguro, de haber sabido el futuro que le deparaba al joven rematador, quizás hubiese actuado diferente, o no. Pero la realidad es que los que amamos este juego, agradecemos a Zamorano aquel remate, agradecemos a Manuel el cambio, agradecemos el poder disfrutar de tu fútbol, de tus equipos, de la manera de entender esto.

Pronto Pellegrini despuntó a los mandos de una gran nave, primero con la Universidad de Chile, su equipo de corazón y Gorosito en el campo. Más tarde en Ecuador, con la Liga de Quito como club. Finalmente y, antes de su desembarco en Europa, con San Lorenzo y River Plate en Argentina. En 2004 su futuro cambiaría, el humilde Villarreal se fijaba en este chileno para su proyecto, atrás quedaron Copas en Chile, ligas en Ecuador, Campeonatos Clausura en Argentina, Copas Interamericanas, la Copa Mercosur, records de goles, de partidos invictos y de victorias seguidas. Nada de esto valía, Europa no entiende de pasado, nadie conoce nada, Pellegrini llegó, nadie lo conocía y pronto todo cambiaría… la historia de un club, la historia de un pueblo… su historia.

Este titulado en Ingeniería Civil, supo que el cálculo de estructuras, los momentos de inercia, las leyes de la gravedad o el diseño de un puente tirante no era su pasión. El fútbol lo era, creyó en él y lo consiguió. Como decimos, Pellegrini aterrizaría en el Levante español para cambiar la trayectoria de un club, para dar a conocer a Europa un pueblo, un equipo que hasta ese momento alternaba las categorías humildes de nuestro fútbol con los ascensos y descensos a la máxima competición liguera.

Durante su paso por Villarreal, el ‘Submarino’ logró un hito histórico alcanzando los años de mayores logros y mejor juego de la historia del club. Un subcampeonato liguero, un tercer puesto y unas semifinales de Champions, unas semifinales que no pasaban por la cabeza del más positivo, unas semifinales de las que solo Jens Lehmann, por aquel entonces guardameta ‘Gunner’, privó de la final de París al detener un penalti a la estrella amarilla, el argentino Riquelme. Aun con esto, Pellegrini ya era historia, ya había logrado copar los corazones del club, quizás del país, quizás de Europa, por qué no.

Su vida pareció cambiar cuando el Real Madrid de Florentino Pérez, con Valdano en el club, llamó a las puertas del chileno, oferta irrechazable, imposible negarse al club de Chamartín como imposible era no agradecer por todo, por tanto, al club que ya siempre estaría en su mente, el Villarreal. En la capital de España no logró títulos, tan sólo un record de puntos que no bastaron para superar al mejor Barça de Guardiola, una muralla difícil de saltar que, unido al fracaso en Champions y al descalabro de Alcorcón, fueron una losa imposible de superar, la prensa no fue justa y las presiones externas condenaron a Pellegrini a buscar justicia lejos del club blanco. El tiempo pone todo en orden, en este caso, el tiempo lo está poniendo todo en orden.


Los focos del Bernabéu, los flashes de la prensa, la alfombra roja del club de Florentino, los miles de artículos cuestionando su estilo y el puñal que supone ser director de uno de los periódicos más mediáticos de nuestra tierra, serlo y encima usarlo para atacar, desprestigiar e iniciar una campaña de acoso y derribo para un entrenador que tan sólo es eso, un entrenador. Pellegrini saldría por la puerta de atrás de la casa blanca. Este hostigamiento sufrido fue demasiado para un hombre tranquilo, que no llama la atención por sus palabras, por sus gestos, para un hombre capaz de llegar a la meta sin levantar la voz, sin necesidad de gritar lo que es, lo que ha conseguido pero que llega, que al fin y al cabo, es lo que nos gusta, lo que vale.

Seis meses tardaría en llegar a  Málaga, La Rosaleda le invitaba a participar en el que era un proyecto de futuro, un banquillo de un club al que debía salvar del descenso para desde ahí, crecer. Lo consiguió, gran trabajo el suyo desde que se hizo cargo de los andaluces, entrando a formar parte del gasto económico del jeque Al-Thani, quien prometió el chileno lo necesario, chequera en mano, para elevar a los altares futbolísticos al Málaga, eso sí, creyendo y apostando por un estilo de fútbol, un estilo de mando, unas ideas que en Madrid no valían. Creyendo en él, en Pellegrini, un caballero del banquillo.

Dos temporadas más tarde y habiéndole dado mucho para después quitárselo casi todo, Pellegrini ha sido fiel a su ya mencionado estilo, no ha alzado la voz para quejarse de promesas incumplidas, no ha dimitido por mentirle en cuanto a lo que en Málaga se iba a llevar a cabo y lo que ha conseguido es capaz de callar todo esto, de tapar la mala gestión de un tipo con dinero, de un tipo con intereses económicos que se escapan del ámbito del balón. Manuel Pellegrini salvó al club del descenso, clasificó a los malacitanos para la Champions, les llevó en volandas a tocar las semifinales de la misma y además, finalizó en puestos de Europa League en la que ha sido su última campaña en tierras andaluzas, en España. De nuevo, él, Pellegrini, un caballero del banquillo.

De Manuel se ha dicho que tiene gusto futbolístico, que sabe transmitirlo a su plantel, que su juego es del gusto del espectador, que la coherencia en el juego, en el toque, es la que luego hace que llegue el gol, que la paciencia con él es fundamental y que mereció tener más tiempo allá donde no lo tuvo.

Tal y como hago referencia en el inicio, Pellegrini ya se definió para una entrevista al diario 'EL PAÍS', ya nos contó en pocas palabras lo que es, lo que piensa, como siente y como vive este deporte y este juego, este mundo del que quiso ser participe. Él, el ‘ingeniero’, un caballero del banquillo.


1 comentario:

  1. Francisco Núñez22 de mayo de 2013, 9:04

    Solo una aclaración. Don Manuel dirigió en Chile a la Universidad de Chile, a la que no pudo salvar del descenso. Luego dirigió a Universidad Católica, equipo donde tuvo a Gorosito y a Beto Acosta como puntales, dejando dos tremendas campañas, pero que perdió por pocos puntos ante la Universidad de Chile comandada por Marcelo Matador Salas. Parecido a lo que le pasó en Madrid. Solo aclarar eso

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