
En la ida, el empate a un tanto de La Bombonera pone las espadas en todo lo alto, no hay prórroga, no hay valor doble en los goles fuera de casa. Sólo vale ganar.
Los brasileños afrontan la final en un marco inmejorable, invicto en lo que va de competición, grandes sensaciones en la ida y muy compacto en todas sus líneas. Su nuevo ídolo, el joven Romarinho y una de las sensaciones de la competición, intentará de nuevo poner en pie a su estadio y de éste modo, conquistar por primera vez en la historia de los de Pacaembú el título, dejarlo en sus vitrinas. Objetivo claro.
Por su parte, los de Buenos Aires, un clásico en estas finales viajan a tierras brasileñas con la idea clara de lograr su séptimo entorchado y así, convertirse en el club más laureado del continente. A su favor, no sólo la confianza y experiencia en estos partidos, Riquelme, su mejor hombre, esta escudado por un centro del campo fuerte, pegajoso, sumado a la siempre rocosa defensa "xeneize" y al olfato goleador de los hombres de arriba.

Hoy, en San Pablo, el estadio Pacaembú dictará sentencia, No hay favorito, quizá el de casa, o no, quizá los de Falcioni. Difícil de prever y apostar al ganador, 90 minutos de infarto, 90 minutos de fútbol y el broche a una temporada. ¿Será Brasil? ¿Quizá Argentina?
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